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El canto de la espectro (relato)







Este relato nace de un reto propuesto en un grupo de Facebook llamado Lectores y escritores intrépidos. Mi relato resultó ganador de dicho reto, y aquí lo tienen. Disfrútenlo.

*   *   *   *

Una pátina de melancolía casi palpable ahogaba la fría noche, mientras un rocío tenue mojaba las calles. En mitad de un viejo cementerio, una voz dulce cantaba una balada cuya letra pondría los cabellos de punta a cualquiera. Por suerte para la mujer, nadie pensaría en salir a la calle a una hora como esa, en un lugar así, dejado de la mano de Dios, un lugar apenas de interés para unos pocos teóricos sociales. Eso le permitía llevar a cabo con toda tranquilidad su canto y su oración. El grito que cortó la noche como una guadaña marcó el fin de su rito que sería recordado por mucho tiempo.

–Esto no tiene mucho sentido, si lo vemos desde un punto de vista lógico, oficial –fue el comentario de la forense mientras pasaba su mano por un monitor de la pequeña sala, contemplando fijamente la pálida escarcha que se había quedado en su mano–. No tiene mucha explicación ni el frío, ni esta escarcha en todo el equipo, y menos aún que este haya quedado así.

–Y ya es el tercero –dijo la oficial contemplando fijamente el cuerpo que yacía congelado en la silla con las facciones petrificadas en un doloroso asombro–. Se sale de los estándares, y por lo que veo, la magia palpita en estas muertes.

Por tercera vez en una semana, el cuerpo de investigación recibía el aviso de una nueva muerte en circunstancias extrañas, o más extrañas de lo normal en un mundo como el de la oficial Clarisa, su compañero Karornir y la forense Carlota, donde los vampiros dominaban barriadas enteras, los hombres lobo aullaban y generaban el caos cada luna llena, donde mutaciones indescriptibles surgían de antiguas ciudades en ruina, y donde una muerte por un balazo o una puñalada, solía considerarse normal. Sin embargo, los tres pertenecían a un cuerpo distinto, un organismo dentro de las fuerzas de seguridad que únicamente atendían casos como el que se venía presentando en la barriada Piedra Negra.

Una zona básicamente industrial. En las calles grises la apatía predominaba más que el propio humo, el olor a combustibles, aceites, cigarrillos y miseria. En las calles, hombres y mujeres apáticos se vendían en las esquinas, y en los bares, tascas y pequeños antros, de alguna forma los ciudadanos intentaban ahogar sus penas en alcohol, juegos de carta, dados, o simplemente viendo bailar a hombres y mujeres sin ropa en una tarima más deprimente que sus propias vidas. En conjunto, Piedra Negra invitaba a cualquier cosa, menos a la felicidad.

Los crímenes ahogaban de cualquier forma las radios de los oficiales, de presos los calabozos, de contaminantes el aire y las aguas, y de muertos la morgue. De cualquiera de estos se encargaba el cuerpo de policía regional, claramente temido. Ninguno se imaginaba ni siquiera las cuotas de violencia a las que podría llegar la ciudadanía de no existir un organismo de seguridad tan contundente como los policías oscuros. Su nombre, los hombres y mujeres que lo conformaban, y su propio escudo intimidaban lo suficiente como para mantener en un mínimo las cuotas de violencia. Allí donde aparecía un uniformado con la placa negra y el círculo plateado, las estadísticas sufrían un contundente cambio, y las personas comenzaban a dejar de morir por sobredosis de plomo, acero y estrangulamiento. no obstante, nada se comparaba a el cambio que sufrían los ciudadanos al ver aparecer la placa negra con el sol plateado.

A pesar de los vampiros y las torturas que podían causarle a cualquier persona tan sólo al escabullirse en sus pensamientos, o las masacres que causaban los hombres lobo cuando un macho alfa perdía el juicio; incluso, las aberraciones mutadas de las antiguas ciudades no eran capaces de generar tanto terror en la ciudadanía como la causada por los invocadores.

Hombres y mujeres que desde su nacimiento tenían una conexión con la fuerza de la existencia, la propia energía de vida, y que con el pasar del tiempo, se corrompían y dejaban llevar por la zona oscura, ese polo negativo en la fuerza universal. Por algún motivo terminaban odiando la vida y todo cuanto les rodeaba, y desde los confines del infinito, desde la sustancia de la materia oscura, arrastraban toda clase de fuerzas diabólicas que atraídas por la locura de sus invocadores, se dedicaban a hacer con suma eficiencia lo único que comprendían: la destrucción.

Allí entraban en acción aquellos invocadores que seguían otra línea de pensamiento, y que no sólo dominaban el polo negativo de la energía, sino también el positivo en un complicado, pero eficiente equilibrio: los guardianes oscuros. Hombres y mujeres que comprendían el uso, y lo peligroso que podía ser el dominio de la energía del universo, de la fuerza mejor conocida como magia. Dedicaban su vida por completo a luchar contra todo aquello que amenazara con sus poderes a la ciudadanía y a su propio planeta. Llegar a formar parte de la guardia oscura en el mejor de los casos era complicado, y no siempre era un requisito obligatorio el ser invocador. De hecho, Karornir y Clarisa apenas tenían un año de haberse graduado, y seis meses de ingreso en el cuerpo de detectives. Ninguno poseía hasta los momentos características definidas de invocadores, aunque mostraban cierta sensibilidad a la magia.

–Por algo somos detectives oscuros. Tenemos que evaluar las muertes, pero supongo que te preocupa lo mismo que a mí –dijo Karornir señalando la escarcha y el cuerpo congelado.

–Por supuesto: Un maldito elemental –murmuró la forense observando con interés la escarcha que volvía a cubrir el monitor.

–No –negó al instante Clarisa dando un paso adelante, mirando fijamente el semblante del cadáver–. Esto va más allá y tiene un rasgo que me preocupa. Hay magia, pero no es un elemental. La fábrica entera estaría congelada en este momento. Tendremos que consultar con el segundo nivel para confirmar nuestra teoría, pero creo que nos estamos enfrentando a la magia espiritual.

La forense junto a los dos policías oscuros que escuchaban todo con interés desde la puerta, fueron lo suficientemente rápidos como para ahogar el grito que por poco sueltan involuntariamente. A menos enfrentarse a vampiros y machos alfa sin juicio podía tener un resultado positivo. Una lucha prácticamente cuerpo a cuerpo, con muchos heridos, gritos y muerte, mas nada que no pudiesen enfrentar. Otro asunto era la magia espiritual, y lo que sin duda agradecían, es que ninguno formaría parte de la fuerza de choque cuando tuviesen que enfrentar al ente.

–Tenemos trabajo –terminó por decir la detective mirando a su compañero, intercambiando un mensaje con la vista que sólo ellos comprendían.

–Perdonen, pero ¿cómo se supone que vamos a trasladar a este sujeto? –preguntó un nervioso camillero al ver como los guardianes se alejaban, dejando a la forense claramente preocupada.

–Lo olvidaba –se apresuró a responder Karonir corriendo hasta el muerto, para luego sujetarle el brazo y partirlo con un movimiento brusco–. La magia espiritual no se deshace con mucha facilidad. Requiere de una serie de complejos rituales, pero es tan fácil como partirlo en pedazos y llevarlo hasta la morgue. Luego podrán coserlo y ponerlo más o menos presentable.

Desde mucho tiempo atrás, los líderes de las fuerzas de seguridad comprendieron que la mejor forma de luchar contra las fuerzas destructivas de su mundo, era haciéndolo bajo un mismo estandarte y una misma fuerza. Por ello, y a pesar de estar divididos en sus distintas secciones, policías, guardias, médicos, sacerdotes y magos compartían su sede en un edificio central. A pesar de ello, los guardianes oscuros, al estar rodeados por el misterio y el terror que producían sus miembros, invocadores en su gran mayoría, dentro de la misma sede, y a pesar de todos los esfuerzos por crear un ambiente de unión, de alguna forma se mantenían separados del resto. No era algo que se pudiese palpar; después de todo, estaban en el mismo edificio. La separación era algo que sus miembros podían sentir. Era una barrera invisible que desde el momento en que recibían su placa como guardianes oscuros, asimilaban de alguna forma y la convertían en algo normal en sus vidas.

El redactor Alan era un anciano de barbas y cabello blanco, poco dado al trato con las personas, y menos aún dado socializar. Para él no existían mejores compañeros que los libros, los estudios y sus notas. Por algo tenía el título de redactor de los guardianes oscuros, y por descontado, el de erudito, cosa que conseguía un hombre y una mujer cada cien años. Aunque en su amada biblioteca pulularan por todas partes estudiosos y titulares, nadie se acercaba al grado de conocimiento que tenía. Si existía una persona capaz de saber algo sobre la poco frecuente, y peligrosa magia espiritual, era él.

Por largo rato el erudito estuvo contemplando las fotografías tomadas a los tres cadáveres, así como a la escena del crimen donde fueron encontrados. De vez en cuando repasaba las notas del informe forense, la de Clarisa y Karornir, para luego centrarse en las fotografías nuevamente. A pesar de haber visitado el lugar varias veces, la sala donde solía estar Alan, siempre solitario, causaba en sus visitantes una sensación de intranquilidad, como si el lugar no los recibiera del todo bien. distintas lámparas tan antiguas que muchos las databan de épocas tan remotas como las del propio origen de los guardianes oscuros iluminaban la estancia, y varias decenas de cuadros, retratos y esculturas los vigilaban desde los laterales. El olor a pergaminos, papel y prácticamente conocimiento inundaba por completo la sala, lo que aumentaba, si se podía, la extraña sensación de que el lugar tenía vida, y era capaz de expresar rechazo hacia los visitantes.

–Magia espiritual –murmuró el viejo con una voz tan seca como el papel–. Clarisa, sé que no eres una invocadora en toda regla, igual que tu compañero. Aun así, algo en ti es capaz de sentir las corrientes mágicas de nuestro mundo. ¿Exactamente qué te hace pensar que esto es magia espiritual y no un conjuro elemental de un aprendiz?

–Porque los conjuros elementales suelen salir o del todo bien, o del todo mal. raramente se da un caso intermedio, y por lo general, este suele estar acompañado de un herido; el invocador. Además, las cámaras de vigilancia tendrían que haber captado algo. Una persona de carne y hueso si no es percibida por las lentes comunes, lo es por las lentes aurales cuando intentan realizar sus invocaciones. Nada de esto ocurrió aquí.

– Muy bien. puedo asegurar en base a lo que dices que has seguido al pie de la letra lo escrito en los manuales de la universidad. Supongo que fuiste una alumna destacada. El asunto es que no quiero oír un manual oficial. Ya me los sé de memoria, incluso el escrito hace cuatro mil años por nuestros fundadores. Quiero saber algo más, y creo, sabes a lo que me refiero.

La mirada gris del erudito prácticamente penetró el alma de Clarisa, o esa fue la sensación que le dejó. Sus ojos marrones intentaron desviarse por un momento, pero algo en el anciano la obligó a mirarlo fijamente, antes de abrir la boca para decir:

–Puedo decir que noté algo en el aire. Como… si una voz estuviese cantando… – contrario a lo que la detective esperaba, el erudito no se rio en su cara, ni le lanzó una mirada que dejaba claro lo mucho que dudaba acerca de su cordura. Simplemente asintió, y eso fue suficiente para quitarle un peso de los hombros, sólo para dejarle uno peor.

–Eso es lo que quería oír, Clarisa. Entiendo tu temor, pero… créeme, hasta ahora nadie ha notado que sigas… cierta línea. Efectivamente, la única forma de saber con certeza que la magia espiritual ha sido utilizada, es a través de los sentidos de una mujer. Los hombres carecen de esta sensibilidad. Por algo cada grupo debe tener un mínimo de una mujer en sus filas, porque son las únicas que pueden oír el canto de la magia espiritual. No debes preocuparte por el poder invocador en tu interior, Clarisa. Lo que has oído en los tres crímenes que investigas, es natural.

–Te lo dije –fue lo que se atrevió a comentar Karornir, apretando la mano de su compañera.

–Raras veces se da un caso como el que tenemos aquí. La persona capaz de realizar un hechizo como este debe estar sumergida en un caos emocional lo suficientemente fuerte como para transformar un canto en lo que luego será la magia espiritual. Esto es conocimiento avanzado de segundo nivel en nuestro cuerpo, aunque como investigadores de los crímenes, es mi obligación revelarles todo cuanto sé que les puede ayudar. Ante todo, la magia espiritual consiste en básicamente transformar la sustancia etérea que nos compone y une al universo, en algo corpóreo, o con la fuerza suficiente como para causar daño en el plano físico. Por eso se llama magia espiritual: Magia capaz de transformar el espíritu en sustancia corpórea. Teóricamente suena sencillo, pero no lo es. La fuerza de voluntad que debe tener la invocadora para realizar este hechizo, supera por mucho la de cualquier humano común. Por desgracia, lo único capaz de llevar a una cuota tan alta, es un sentimiento lo suficientemente potente como para superar la barrera de la cordura y la razón, y por desgracia, el odio, el resentimiento, la envidia y la tristeza… son algunas de las emociones capaces de proyectarse en una forma física. Si la invocadora quiere causar daño con esto, sin importarle ya en lo más mínimo su propia vida… se reúnen los elementos básicos de la magia espiritual. Los siguientes pasos son más complejos aún. La invocadora debe conocer por lo mínimo una canción que exprese todo lo que siente. Si no la conoce, pero de alguna forma la propia magia la amolda, puede ser capaz de escribirla, darle melodía y por ende, poder. Si se puede, aquí se complica aún más, porque si la invocadora no posee tanta fuerza, sólo será capaz de proyectar lo que siente, y allí es donde aparecen los aparecidos.

–Figuras etéreas capaces de provocar impresiones fuertes y perturbaciones en quienes los sienten y ven –respondió al instante Clarisa al ver como el erudito enarcaba una ceja hacia ella.

–Bien dicho. Otra cosa son los fantasmas y los espectros, y me temo, es a lo que nos enfrentamos. Es el propio espíritu, la propia alma de la invocadora en forma física, dando rienda suelta a lo que en su interior sentía y que en su cuerpo de carne y hueso, por un motivo u otro… fue incapaz de hacer. Los fantasmas pueden agredir de forma física y cobrar sustancia, y los espectros… pueden hacerlo incluso mágicamente.

–Es decir, un maldito problema –El erudito contempló a Karonir por un segundo, antes de sonreír.

–Bien dicho.

A menos el papeleo y todo el problema burocrático solía ahorrarse en los cuerpos de seguridad. Bastaba con una firma, un sello, o un simple llamado a las armas para que todo el papeleo se convirtiera en algo redundante. Cuando sin pensarlo siquiera el erudito tomó un pergamino y le plantó con fuerza un sello y su firma, Clarisa y Karonir respiraron aliviados por un instante. luego contemplaron asombrados el permiso para bajar al tercer nivel y solicitar el apoyo de…

–¿Una tríada? –Preguntó con curiosidad la jefa del departamento, agitando un par de veces el pergamino, como si intentara sacarle la verdad, o la mentira con sus movimientos–. Me encanta. ¿En qué problema nos vamos a meter?

–Dirás más bien en cuál nos hemos metido –respondió Karornir, antes de que Clarisa comentara con voz titubeante:

–¿Nos vamos? ¿Es que tú irás?

–Por supuesto –respondió al instante la jefa del departamento, mirando de arriba abajo a la detective –. Me aburro. De haber sabido que ser jefa de departamento era estar sentada aquí revisando papeles, firmando otros y muriendo como una ostra, me hubiese hecho matar.

–Pero eres la jefa… –alcanzó a murmurar Karornir, antes de que la mujer se pusiera en pie y llamara a gritos a otras dos mujeres.

–Eso es lo de menos. Estoy capacitada para enfrentarme a cualquier ser siniestro. Incluso he matado a algunos ángeles con mi tríada. ¿Qué mejor que una jefa para enfrentarse al mal que nos acecha?

–Lo mismo digo yo –aseguró una mujer entrando junto a su compañera.

–Les presento a mis compañeras. Ella es Enma, ella es Tina, y como ya saben, yo soy Jane –las tres mujeres observaron con interés a los detectives, antes de que Jane preguntara mientras agitaba el papel con el sello del erudito–. ¿Bien? ¿A qué nos enfrentaremos? Como cosa rara, el erudito únicamente les ha dado permiso para bajar hasta aquí y solicitar nuestros servicios, que obviamente prestaremos. Incluso este… papel no me importa mucho cuando hay que enfrentar a las fuerzas siniestras.

–Es por los asuntos legales –señaló Clarisa, ganándose un encogimiento de hombros de la tríada completa.

–Eso se puede llenar luego de pelear –señaló Tina colocando las manos sobre sus armas.

–Entonces supongo que se divertirán mucho. Tenemos que enfrentarnos a un espectro –las tres contemplaron a Clarisa al punto de ponerla nerviosa, antes de que Jane respondiera con lo que parecía ser inseguridad:

–¿Un espectro? ¿Estás segura? –Pues que bien –se apresuró a decir cuando ambos detectives asintieron–. Nunca nos hemos enfrentado a uno. Nos toca leer, señoras.

Peter era un simple técnico. Básicamente, un don nadie en mitad de la empresa, cuyo único trabajo consistía en ver que los pasillos estuviesen bien iluminados. Técnico en bombillos, solía ser su apodo, aunque su mujer solía decirle que ojalá y tuviese una mente iluminada como los focos que debía cambiar noche tras noche. Tristemente, debía darle la razón.

Nunca estudió, ni se preocupó por ello. Toda su vida se dedicó a realizar pequeños trabajos que le dieran lo suficiente como para comer durante el día en cualquier tugurio, aunque muchas veces solía lanzarse una cena apenas pasable, para poder gastar el resto del dinero en los juegos y en bebidas. Ni siquiera en mujeres, porque nunca tenía lo suficiente, así que debía conformarse con su mano derecha, o la izquierda. A veces con la drogata o alcohólica de momento. Ahora que conocía lo que en apariencias era el amor, lamentaba el tiempo perdido, porque con un curso de electricista, a lo único que podía aspirar, era a tener el cargo de técnico de bombillos, o simple carga cables. Su mujer se dedicaba a bailar todas las noches en uno de los tantos antros de la barriada, y aunque ganaba más que él, por algún motivo seguía a su lado, a pesar de los clientes, las drogas, y el mejor sueldo. A su brusca manera lo quería, y él a ella. por ello que Clarisa y Karornir se encontraran con una dolida, sollozante y afectada bailarina y prostituta cuando llegaron a la escena de otro crimen mágico, y como todos los presentes, la mujer se quedó con la boca abierta al ver a las tres mujeres que seguían a ambos detectives.

–Que escena tan lamentable –comentó Enma al ver a la prostituta con el maquillaje corrido–. Por eso nunca me maquillo.

–¿Para qué no se te caiga cuando llores por tu pareja muerta? –Preguntó Tina, antes de fruncir el ceño y espetarle–: ¿Si ni tienes pareja!

–Pero una nunca sabe –fue su respuesta con un encogimiento de hombros–. La verdad es que no me gusta el maquillaje…

–Y a ninguna le hace falta –comentó Karornir mirando a las tres mujeres.

–Lo sé, tenemos belleza suficiente –aseguró Jane, al parecer sin darse cuenta que en sí, el detective hablaba de los tatuajes que tenían en el rostro, cuello, y en el caso de Tina, en una parte del cráneo.

–¿No interrogaremos a la sollozante? –Preguntó con curiosidad Enma al ver como seguían de largo y dejaban a la pasmada mujer atrás junto a dos policías que la asistían.

–No es necesario –respondió Karonir echando un último vistazo atrás–. No nos aportará nada. No tiene nada que ver en el crimen. Estaría muerta en todo caso, y con forma de espectro.

–Y tendríamos que matarla y quitarle esos churretones de la cara.

Clarisa y Karonir habrían esperado cualquier cosa de las tríadas, menos unas mujeres tan… normales, incluso algo ingenuas, o demasiado sarcásticas. Ambos sabían que las tríadas estaban compuestas por mujeres guerreras que dominaban la invocación en muchos aspectos, y que además, sabían luchar, ver y enfrentar a cualquier ser, incluso de los planos inferiores. Solían trabajar de la mano con los grupos de asalto que enfrentaban a los vampiros, hombres lobo, así como con los miembros del séptimo nivel que solían enfrentarse a los demonios de sangre y fuerzas siniestras. De alguna forma esperaban que fuesen más… tiesas, como la mayoría de las fuerzas, pero su tranquilidad de alguna forma los ayudaba a crear un vínculo más rápido y natural.

–Ah, sí, sin duda alguna, un espectro –aseguró al instante Tina cuando llegaron al lugar donde Peter yacía en el suelo, todavía con un bombillo en la mano–. Puedo ver los rastros de magia que ha dejado, y todavía se escucha en el aire su canción. Que letra…

–Es poderosa –aseguró Jane tras quitar la escarcha de las paredes y saborearla, antes de escupirla. Y cobra fuerza. De alguna forma se sigue alimentando en su ira, en su rabia contra… algo.

–Puedo sentirla. No está tan lejos… –murmuró Enma sacando un largo puñal de feo aspecto –. Sigue cantando… –incluso Karornir pudo sentirlo. No por ver la magia espiritual o escuchar la canción. El rostro de su compañera lo decía con suficiente claridad.

–Vamos a dividirnos. Yo iré sola a los niveles superiores, Enma, ve con Karonir al área de maquinarias, y Tina, tú con Clarisa a los almacenes. Si se siente, es porque debe estar a una distancia máxima de cien metros. Es bastante, pero sus sentidos ayudarán a localizar cualquier fantasma que haya quedado, o a la misma espectro.

–No encontraremos nada por aquí, y tú misma lo sabes –dijo al cabo de un momento Tina cuando llevaban recorrido la mitad de uno de los almacenes–. Jane se ha dado cuenta, y por eso me envió contigo.

De forma algo brusca Tina sujetó el rostro de la detective y clavó su mirada rojiza en sus ojos marrones, escrutándola con atención.

–Es increíble. Tu cabello es castaño rojizo, pero tus iris, aunque son marrones, están cambiando de color. Suelen molestarte, ¿verdad? es porque tu gen antiguo se está despertando –continuó diciendo Tina al ver que Clarisa asentía–. Debes conocer la historia de las razas antiguas y una raza de bastardos: los diluidos. Somos personas como tú y yo, Jane, o la misma Enma. Hijos de una mezcla entre las razas puras y las humanas normales. En algunos casos nacemos con ciertas características, pero en otros, como el tuyo, se va revelando con el pasar del tiempo –luego la mujer sonrió ampliamente a Clarisa, lo que la tranquilizó, a pesar de que varios dientes de Tina eran demasiado puntiagudos–. Estamos unidas. Somos hermanas de raza.

La noticia no cambió mucho a la detective. Seguía siendo la misma, aunque ahora, como pudo comprobar su compañero, estaba más tranquila. Tendría poderes de invocadora en su momento, pero lo que se estaba revelando físicamente en ella, no era una mutación del polo negativo. El erudito en persona la tranquilizó al respecto, y los exámenes que le realizó el departamento de genética terminaron de comprobarlo. Por su parte, otros tres asesinatos mágicos habían ocurrido en ese mes, y a pesar de que el ente tomaba más fuerza con cada crimen, a menos ya las tríadas tenían un patrón a seguir.

–No negaré que es lamentable la forma en que hemos conseguido el patrón que nos ayudará a parar al espectro, pero a menos, ya sabemos a dónde ir –comenzó diciendo Clarisa, proyectando una imagen en la sala donde estaba reunida la tríada, Karornir, y la jefe del equipo de asalto–. Ya conocen lo crucial sobre las espectros y los fantasmas. Cuando comienzan a actuar, lo hacen en un círculo cerrado, a poca distancia del lugar donde fue realizado el cántico que las transformó. Era imposible trazar un mapa con las tres primeras muertes, ya que no describían una forma, y dejaban casi toda la barriada como posible núcleo. Simplemente, demasiado disperso. Desde la muerte de Peter, fue tomando forma. Por más extraño que parezca, las seis u ocho primeras muertes son cruciales, ya que la espectro va tejiendo un círculo a su alrededor, como una araña. Realiza una red principal donde deja su marca, su huella helada, y luego, va ampliando sus ataques a medida que toma fuerza. En estas primeras muertes, simplemente se dedica a matar, y volver a el núcleo, al lugar donde realizó su cántico, para acumular energía y volver a atacar. Lo ha hecho en estas empresas, y en parque. Si unimos los puntos y trazamos líneas entre uno y otro, tenemos que nuestra espectro realizó su cántico…

–En el peor sitio posible… –murmuró Karonir, antes de que Enma le diera un par de palmadas cariñosas en la pierna.

–No, querido. Créeme cuando te digo que los hay peor.

Más de veinte hombres y mujeres se dirigieron al núcleo del ritual. Jane no consideró necesario que las acompañara otra tríada; con ellas era más que suficiente, pero fue necesario el apoyo del grupo de asalto por un simple motivo: la barriada.

Por más temor que causaran los uniformados en la ciudadanía, siempre existían grupos que invadidos por ciertas oleadas del polo negativo, drogas, o magia residual siniestra, o simple apatía y desapego por la vida, atacaban a las fuerzas del orden. Los grupos de asalto se encargarían de aniquilar cualquier frente violento, mientras los detectives junto a la tríada y otro pequeño equipo de asalto se dirigiría al núcleo.

–El cementerio Espinas ardientes. ¿Quién le colocó este nombre? –Preguntó con curiosidad uno de los oficiales mirando fijamente el cartel colocado a un lado del portón principal.

–Algún estúpido con un sentido del humor muy retorcido, aunque no tanto como el mío si no mueves tu trasero y te alistas –ladró por toda respuesta la capitana Katia, metiendo una bala en la recámara de su fusil.

La niebla, el rocío que caía y las dos lunas brillando en el cielo cubrían con una pátina de melancolía la noche, aunque la sensación de que un terror los esperaba tomaba fuerza a medida que se adentraban en el cementerio. Los motores rompían con su estruendo el silencio, y prácticamente desde el más allá, cada lápida, ataúd y figura parecía contemplarlos con indiferencia. Llegados al perímetro que marcara Clarisa, los oficiales y las tríadas bajaron de las camionetas, agrupándose al instante en escuadras.

–Es un buen sitio para esconderse y practicar una emboscada –comentó al instante la capitana Katia mirando el lugar repleto de criptas, casitas, estatuas y mausoleos. Incluso Karonir no supo si la capitana estaba algo admirada, como aprobando el posible hecho de que los estuviesen emboscando.

–En teoría, nuestra espectro se debe estar resguardando en el centro exacto de estos mausoleos –dijo Clarisa proyectando un holograma para que todos pudiesen verlo–. Si no, a menos en un radio máximo de veinte metros a la redonda. Capitana, que sus hombres y mujeres realicen una patrulla constante desde este punto en el sentido de las agujas del reloj, y poco a poco comiencen a cerrar el círculo. Nosotras iremos directo hasta el núcleo. Si necesitamos apoyo, simplemente daremos la voz de alerta.

–Me parece bien –asintió la capitana un minuto después, tras haber evaluado el holograma–. Con estas cosas le daremos una paliza –terminó diciendo al tiempo que agitaba su fusil.

Cada hombre y mujer del grupo llevaba armas rúnicas. Pistolas, escudos en algunos de los oficiales de asalto, espadas, puñales, y su propia vestimenta estaba bordada, tallada y bendecida con runas mágicas que brindaban protección, y que imbuidas en las oraciones y rituales pertinentes, cada arma también sería capaz de atacar la sustancia etérea de los fantasmas y espectros. Los oficiales de asalto ante todo dominaban las armas de fuego, y aunque en la lucha cuerpo a cuerpo podían ser realmente temibles, nada se acercaba a las tríadas.

Las tres mujeres caminaban junto a Clarisa y Karonir prácticamente saltando de la alegría. Vivían y morían por el combate en una lucha eterna contra las fuerzas siniestras que despertaran los brujos tantos siglos atrás. Su puntería era perfecta, y en la lucha cuerpo a cuerpo eran aterradoras. Dominaban con la misma facilidad cualquier tipo de armas, e incluso desarmadas eran letales. Por su parte, Clarisa tenía una excelente puntería, pero no se le daba precisamente bien la lucha cuerpo a cuerpo. Según Tina, eso cambiaría cuando su gen antiguo terminara de despertar. En ese mes, incluso una línea vertical apareció en el iris de su ojo izquierdo, y ahora, podía ver el segundo espectro de la vida, ese mágico tan temido por algunos. Karonir destacaba en la lucha cuerpo a cuerpo y en los chistes de mal gusto, su puntería era ligeramente pasable, y quizá por ello, se complementaba tan bien con Clarisa. Estando acompañados por la tríada, no tenían nada que temer. O al menos, eso se decían hasta el momento en que la capitana Katia rugió algo por el comunicador, antes de que una andanada de disparos cortara el silencio de la noche.

–Malditos fantasmas –fue lo que se escuchó un momento antes de que otra andanada se escuchara.

–Es obvio que los están atacando –comentó con total tranquilidad Enma sacando un par de espadas cortas que brillaron con la potencia mágica que poseían–. Lo que me pregunto es si serán los fantasmas o la misma espectro.

–Dudo que sea la espectro. Demasiados disparos. Esas armas tienen una buena potencia, pero la espectro controla la magia también. Puede congelarles el trasero a la escuadra completa si les lanza una sola bola de energía congelante –aseguró Jane enrollándose en el brazo izquierdo un látigo que soltaba rayos de energía oscura, al tiempo que sujetaba con la mano derecha una pistola automática–. Si fuese ella, ya habrían parado los disparos.

–¿Te refieres a como lo han hecho ahora? –Quiso saber Tina con curiosidad, sujetando una cimitarra con todo el aspecto de haber sobrevivido a mil batallas, desprendiendo tal aura de poder que incluso Enma le lanzaba una que otra mirada ceñuda de vez en cuando. Su otra arma, una daga rojiza no parecía ser ni menos letal, ni menos intimidante.

–Tenemos un problema bastante serio –informó de pronto la capitana, claramente molesta–. Perdí una escuadra entera. Seis fantasmas la atacaron, y aunque acabamos con todos ellos, la espectro venía de alguna parte. Los congeló a todos con algo que les lanzó. Pudimos dispararle desde la distancia, mas dudo que le hayamos hecho algo. Va directa al punto que señaló Clarisa en el holograma. Píquenle el trasero, por lo que más quieran.

–Cuenta con eso –aseguró Jane antes de cortar la comunicación.

Ni siquiera se habían aproximado lo suficiente para el momento en que el suelo bajo sus botas comenzó a crujir. A más de sesenta metros del centro que Clarisa señalara, ya el suelo estaba congelado, y el vaho producido por sus respiraciones era visible. El hielo colgaba en pálidos carámbanos en las ramas de los árboles muertos, de las puertas de las criptas, y desde las alas, rostros y brazos de las figuras. Gracias a la visión que estaba desarrollando, Clarisa incluso podía contemplar la magia que fluía en el lugar, y aunque en su momento lograría dominarla, por ahora, la percepción de los polos le provocaba un ligero dolor de cabeza. Cuando un par de figuras aparecieron frente a ella, incluso la jaqueca se retiró junto al color de su rostro.

Etéreos, tristes y alterando los nervios, los aparecidos que tenía delante le preguntaban en un susurro apenas audible si podía ayudarlos. Querían comer y necesitaban algo de calor.

–Entonces deberían largarse a una casa de caridad –espetó de pronto Tina pasando a su lado, tropezándola y sacándola del estado de pánico que los aparecidos le provocaron. Con indiferencia la mujer cortó el aire con su cimitarra, y aullando de dolor, ambas formas desaparecieron –. Como me molestan los aparecidos. Es lo único que saben hacer, de hecho: Molestar.

Al voltear, Clarisa vio como Enma consolaba a Karornir quizá con demasiada confianza, al parecer, sacándolo del estado de pánico. Dejó de abrazar al detective cuando una voz se levantó varios metros por delante de ellas, cantando una balada con una letra que les puso los nervios de punta. El dolor y la tristeza que transmitían hizo que el hielo se multiplicara con mayor rapidez, y que sus reflejos se aletargaran lo suficiente como para no darse cuenta a tiempo de lo que ocurría.

Como el rayo, una figura salió disparada de la cripta que tenía Clarisa a la derecha. Apenas guardaba una forma ligeramente humanoide, mas toda la fuerza de la magia con la que fue conjurada, la convertían en algo letal. Una mano espectral se formó, igual que un semblante sin ningún acierto que tampoco lo necesitaba. El propósito era causar un pánico que dejara petrificada a su víctima, y en el caso de Clarisa, lo hizo con total facilidad. La detective ni siquiera fue capaz de levantar su pistola, o una mano para protegerse. Una repentina explosión cerca de su oído izquierdo casi la dejó sorda, y con toda la fuerza de un proyectil de alta potencia, algo se estrelló en la frente del fantasma, haciéndolo desaparecer entre chillidos de dolor y una luz plateada. Luego, una mano enguantada se estrelló con fuerza en el rostro de Clarisa, haciendo que la cabeza le rebotara contra la puerta de la cripta.

–¿Estás bien? ¿No te tocó? –Preguntó una voz a todo pulmón, antes de que una bocanada de fuego plateado hiciera que Clarisa parpadeara rápidamente. Delante tenía a Katia, claramente furiosa, disparando su fusil contra varias figuras. Más allá, Enma protegía a Karonir cortando los fantasmas que se acercaban demasiado. La pistola de Jane escupía sin parar proyectiles mágicos que impactaban sobre los fantasmas, para luego estallar en una luz plateada que los desintegraba. Si alguno lograba evadir los disparos, lo único que conseguía era una desintegración en manos de la letal Tina, o el látigo de Jane que parecía moverse con voluntad propia.

–Hay que seguir avanzando. Estas malditas cosas no se detendrán – gritó Jane por encima del estruendo del fusil de Katia–. A juzgar por la potencia de este cántico, nuestra espectro es capaz de controlar y proyectar una buena cantidad de espíritus y emociones. Tiene un cementerio repleto de estas energías.

–Dile a tus hombres que se acerquen a este punto. La espectro sabe quiénes somos y está enviando toda su potencia de ataque por aquí –dijo Tina realizando un molinete que desintegró un par de fantasmas.

–Ya lo hice. ¿Qué crees? Por nada dejaría a mis escuadras sin un poco de diversión,

Clarisa ponía en tela de juicio el sentido del humor de las cuatro mujeres. Ya una escuadra entera estaba congelada en algún punto, y les parecía divertido todo aquello. Como si nuevamente los dioses antiguos estuviesen bajando desde los cielos, un estruendo infernal terminó de empeorar el dolor de cabeza de Clarisa cuando todas las escuadras llegaron junto a su capitana, desatando la furia de sus fusiles y pistolas sobre los fantasmas. Lápidas, trozos de hielo, imágenes y piedra saltaron por los aires al tiempo que los fantasmas aullaban mientras se deshacían.

–¡Es nuestra oportunidad! ¡Muévete! –Gritó la capitana sujetando a Clarisa por el brazo, llevándola casi a rastras mientras las figuras de la tríada las rodeaban–. Mis escuadras mantendrán a raya esos fantasmas. Tenemos que acabar con esa espectro.

–Eres demasiado obvia, capitana Katia –comentó Jane disparando contra un fantasma que las perseguía –. Ordene a sus escuadras que activen sus runas de calor. El frío está aumentando.

–¿Karornir? ¿Dónde está Karornir?

–En un lugar mejor que al que vamos –respondió al instante la capitana patinando con el hielo–. Maldito hielo. Estará mejor con mis escuadras. Aquí no servirá de mucho. Si entendí bien, un hombre poco puede hacer contra una espectro.

–Bien dicho, capitana –y con un latigazo, Jane envió aullando a otro fantasma a la nada., antes de que una cortina de punzantes cristales de hielo se les viniera encima.

Clarisa hasta ahora podía decir que lo más peligroso a lo que se había enfrentado, era una manada de hombres lobo mutados. De resto, poco más que gamberros en misiones de apoyo, y otras abominaciones sin ningún poder mágico relevante. Si un espectro tenía la fuerza suficiente como para dominar el hielo de esa forma, a los fantasmas y la magia en general, no quería ni imaginarse lo que podía causar un demonio de sangre, un brujo, o un ángel. Sabía que su poder podía acabar con una ciudad entera, mas hasta ahora, nada cercano a eso. Por primera vez se preguntó en qué problema se había metido al unirse a las fuerzas de seguridad de la ciudad. Al ver como la tríada murmuraba una serie de palabras que distorsionó la realidad, supo que era uno realmente enorme.

Un escudo de llamas se levantó con furia, encerrándolas en una esfera de fuego protector. El hielo siseó al chocar contra la protección, y un momento después caía al suelo para congelarse al instante.

–No me quiero imaginar lo que esta mujer sería capaz de desatar si fuese una bruja –murmuró Enma saltando sobre una lápida para gruñir de dolor cuando una figura de hielo tomó vida de la nada, descargándole un puñetazo helado que la dejó tiritando en el suelo.

La rapidez con la que actuó la figura dejó desconcertada hasta a la propia capitana, antes de que el látigo de Jane se estirara de una forma imposible y decapitara a la figura. Arrastrando tras de sí un coro de lamentos, y una densa cortina de rocío helado, la espectro se hizo corpórea por un instante. la ira, la tristeza y el dolor que transmitía su mirada dejó petrificada a Clarisa. Incluso estuvo a punto de soltar su arma, de no ser por la rápida acción de Tina que como el rayo saltó contra la espectro en un borrón de veloces ataques. La espectro se hizo etérea del todo y se confundió con la nube de rocío helado, para materializarse un segundo después junto a la desprotegida mujer. Su mano entró en contacto con el brazo de Tina, y a pesar de estar protegida, esta gritó de dolor y sufrió una serie de espasmos en el brazo que la obligó a soltar la cimitarra. Aprovechando la distracción, Jane comenzó a disparar rápidamente contra la espectro, y un momento después, la capitana se llevó el fusil al hombro para soltar tres disparos y quedarse vacía. Por todo efecto, la espectro les lanzó una mirada de desprecio, antes de invocar un rayo helado que envió por los aires a la capitana y dejó entumecida en el suelo a Clarisa con la onda expansiva.

–Me parece que alguien se equivocó en la forma correcta de eliminar a un espectro. Los proyectiles mágicos no le hacen nada –comentó a la ligera Jane, guardando la pistola y sacando una espada corta–.

–Más que los proyectiles, me atrevo a decir que son las runas de estos –dijo Tina intentando calmar los espasmos que sufría su brazo. Al momento siguiente las tres levantaron otro escudo flamígero cuando la espectro liberó otra lluvia de puntiagudos cristales de hielo.

–Esta muere a espada y fuego –gritaron las tres al unísono, lanzándose a fondo en una lucha cuerpo a cuerpo, el método que preferían de combate.

A pesar de la runa protectora que trataba de mantener su temperatura corporal, el frío comenzaba a incapacitarla. Tiritando, Clarisa se acercó hasta la capitana, la cual yacía tirada en un montón junto a una cripta. Tenía el brazo derecho torcido en un ángulo antinatural, y los lentes de su máscara se habían partido por el fuerte choque contra la piedra. Estaba cubierta de escarcha, mas al quitarle el casco junto a la máscara y comprobar el pulso, aunque parecía errático, a menos tenía fuerza suficiente. El mismo congelamiento petrificó la sangre que intentó salir de la enorme brecha que tenía en la cabeza. Clarisa estaba segura que la capitana sobreviviría. En su caso, al darse vuelta, vio como Enma salía volando por los aires y caía a pocos pasos de ella con la sangre saliendo a borbotones por una profunda herida en el estómago. Al instante la herida se congeló y la sangre dejó de fluir, y contra todo pronóstico, la mujer se puso en pie hecha una furia. Por un momento contempló a Tina y Jane, ambas intentando alcanzar con sus armas a la espectro, pero esta era demasiado rápida, cambiaba constantemente de forma entre los planos etéreo y físico.
–Ya sabemos lo que ocurre –comenzó a decir Enma mirándose la herida, preparándose nuevamente para el combate–. Es una espectro de segundo grado. Es sumamente difícil de matar. Lo que quiere decir esto es que ha utilizado su propia sangre para escribir el conjuro. Su forma etérea, o espectral no se ve afectada por nuestras armas mágicas. Es un tipo muy específico el que puede dañarla, y no tenemos tiempo para tallar la runa en nuestro armamento. Tienes que ir hasta el lugar donde está su forma física. La mantiene encadenada. A estos espectros se pueden matar de dos formas, por más peligrosos que sean. Atacando y destruyendo su forma física, o la del lugar donde hayan derramado su sangre, o su forma espectral, si se tienen las runas adecuadas –tras decir esto le entregó una espada corta que a Clarisa le pareció que pesaba demasiado–. Sabes el lugar donde está su forma física. Pártela en mil pedazos. Nosotras mantendremos su atención aquí. Ahora, ve y sirve para algo.

Más que los pocos golpes que tenía encima hasta ese momento, el que Enma le soltara a la ligera que sirviera para algo, le había dolido más que cualquier otro. No era para menos. Realmente se sintió como una completa inútil al ver la maestría con que se manejaban, la forma en que soportaban el dolor, y la simple forma en que luchaban con movimientos tan ágiles y veloces. La misma capitana Katia con su rudeza manejaba su fusil con pulcritud. Verla volar por los aires casi la hizo gritar de tristeza. Agradecía que estuviese viva, a pesar de las serias heridas que tenía. Con total seguridad tendría costillas fracturadas y quién sabía qué más. Dieron por hecho que enfrentarían a una espectro… corriente entre los estándares de la normalidad, pero una de segundo grado. ¿Qué demonios estaba pasando allí? En una de las charlas que mantuvo con el erudito, la última espectro de segundo grado se dio seiscientos años atrás. Desde ese entonces, nadie siquiera llegó a pensar que hoy día, después de tanto y con la sangre y magia tan diluida, pudiera llegar a darse una magia tan poderosa. Verse allí, tropezando con las lápidas cubiertas de hielo, sosteniendo una espada que casi quería salir corriendo de su mano al verse con alguien tan inútil como ella, por poco la tenía al borde del llanto. ¿de qué serviría? No sabía pelear, apenas tenía una puntería pasable, y seguía siendo una solterona en un apartamento de tercer nivel, que un día sí y otro también sufría inundaciones por culpa de las cañerías estancadas. Sí, era una oficial de la guardia oscura, pero tan sólo estaba en el primer nivel. Si pudiese ser como una tríada… que pensamiento tan infantil…

Un momento después Clarisa parpadeó atónita al darse un golpe con un brazo extendido de un ángel. El dolor palpitante en la frente la hizo reaccionar a tiempo, pues lo que le confundía los pensamientos, era una voz, un cántico que sonaba a pocos metros y que ahogaba su espíritu en una tristeza imposible. Luego se dio cuenta que incluso estaba sollozando como una niña, apretando la espada corta contra su pecho, como lo hacía con sus viejas muñecas cada vez que algo le salía mal.

una vez más parpadeó al darse cuenta con la facilidad que era arrastrada a sus peores recuerdos, los que más triste la ponían. Con decisión dio un par de pasos, partió con la espada una cortina de cristales de hielo que bloqueaban el camino, y llegó hasta donde en mitad de una lápida, un cuerpo yacía de lado, rodeada por velas que ardían con fuego helado, y un torrente de sangre que corría a su alrededor formando palabras que cambiaban al instante siguiente. Asombrada, Clarisa se dio cuenta que la sangre formaba la letra de la canción que oía y daba fuerza al conjuro de la espectro.

–¿A eso has venido? ¿A matarme? –vio cómo se formaba la pregunta en la sangre que fluía como la tinta. A pesar de que el cuerpo no se había movido, y que el estruendo de un combate se oía varios metros por detrás de ella, de alguna forma la mujer sabía que estaba allí.

–Es mi obligación. Has violado la ley…

–¿Violado? ¿Qué sabes tú de violación? ¿Has sentido la humillación, el dolor, la tortura que es padecer algo como eso? ¿Hablarás de leyes cuando los criminales que me llevaron a esto siguen libres? Dejaron cicatrices en mi cuerpo y en mi mente. Heridas que no cierran, ni lo harán nunca. Por eso canto mi dolor y les hago sentir mi sufrimiento, para luego congelar en sus rostros el último gesto de dolor, el único que se merecen.

–Y con eso condenas también a los inocentes. Las dos últimas fueron mujeres –logró tartamudear mientras daba un par de pasos adelante, antes de caer de rodillas tiritando de frío, intentando por todos los medios ignorar la voz que se seguía colando en sus pensamientos.

–Ya no existen inocentes. Nadie me escuchó, ni me ayudó. Todos se unirán a mi canto y juntos nos vengaremos.

Incapaz de moverse mientras sentía como se iba congelando, Clarisa vio llegar en medio de una explosión de cristales de hielo a la personificación de la venganza. La espectro en todo su esplendor, irradiando ira, odio y tristeza a partes iguales. Si aún seguía allí, es porque la tríada debió caer, y si unas mujeres como esas fueron incapaces de enfrentar y vencer a la espectro, ¿qué podía hacer ella? sólo tenía una espada mágica que no sabía utilizar y… una explosión la sacudió con violencia y tiró al suelo, rompiendo nuevamente la magia que la había atrapado. La espectro aulló de dolor y un coro de voces la acompañó por un instante. al levantar el rostro contempló el resultado de la explosión. Varias lápidas yacían por todas partes, igual que partes de las figuras y las criptas. Sujetándose el brazo herido, la capitana Katia se acercó a ella a toda carrera mientras un par de metros más allá, la espectro comenzaba a restaurarse. La sangre seguía fluyendo, formando nuevamente la letra de la canción que el coro de voces torturadas llevaban a la melodía capaz de formar el conjuro.

–¡Mueve el trasero, estúpida! ¿Tengo que hacerlo todo por ti? –Gritó la capitana antes de soltarle un sonoro bofetón que le hizo ver las estrellas. Luego la espada corta apareció en su mano y de un empujón, la mujer la lanzó contra la lápida donde estaba el cuerpo, la forma física y real de la espectro–. No tengo más granadas. Haz algo.

Aullando, esta se lanzó contra Clarisa, pero en un acto suicida, la capitana se atravesó en medio, disparando con el brazo útil su pistola, a pesar de que no tenía ningún resultado. La espectro sin dejar de aullar envió un segundo rayo helado contra Katia, pero antes de que pudiese impactar contra la mujer, un látigo atrapó el conjuro en el aire y lo desvió contra el suelo. El hielo saltó en todas direcciones y varias heridas menores aparecieron en el rostro de la capitana.

–No es tan fácil librarse de nosotras, espectro –Jane junto a una Tina y una Enma cubiertas de cristales de hielo aparecieron, claramente vapuleadas, pero todavía dispuestas a seguir luchando. Al verse acorralada nuevamente, incapaz de llegar hasta su forma física, el canto sufrió un ligero cambio, y de las velas, un rayo de fuego helado salió disparado contra Enma, la cual cayó al suelo chillando de dolor.

Tina intentó cubrirla con una violenta bola de fuego, pero el hielo era tan potente que consumió su conjuro con una facilidad pasmosa. Jane se enfrentaba en una lucha feroz contra la figura espectral, mas a duras penas se mantenía en una posición defensiva, intentando bloquear por todos los medios el avance de la espectro, la cual comenzó a chillar con toda la fuerza de su poder mágico cuando una andanada de proyectiles se estrelló contra su forma física. Una malherida capitana se apoyaba contra una estatua, y de forma metódica disparaba contra el cuerpo en la lápida, ya que Clarisa a duras penas podía moverse por el congelamiento. A pesar de todo, y sufriendo lo indecible por los calambres y la voz que torturaba su mente, gracias a los disparos de la capitana, la detective pudo llegar hasta el cuerpo, para dejar caer la espada corta con todas sus fuerzas, que para ese momento eran pocas, sobre las letras que fluían como agua. Por un momento contempló como el cántico perdía el ritmo que mantenía en la sangre, antes de que una luz blanca la cegara por completo.

Al parpadear, Clarisa sintió como el cuerpo despertaba junto a ella con un chillido inaudible de puro dolor. Cuando parpadeó nuevamente, se dio cuenta que la luz que entraba por su ventana, no era la misma que un momento antes.

–Creo que eres la primera persona que veo entrar y salir de la inconsciencia con tanta rapidez –al darse la vuelta, Clarisa contempló a una risueña Jane y un ceñudo erudito–. Bienvenida al mundo, Clarisa –y tras decirle esto, Jane le hizo un guiño. La detective pensó por un momento que se lo había devuelto, mas al parpadear, se dio cuenta que otro día aparecía por su ventana.

–Por supuesto, ya tus gloriosos visitantes no están aquí, pero a menos estoy yo –quien le devolvía la sonrisa, no era otro sino un moreteado Karornir–. La doctora dijo que ahora sí te mantendrías consciente. Supongo que quieres saber cómo terminó todo, ¿verdad? ah, también me dijo que te costaría hablar por una semana aproximadamente. Tragaste fuego helado. Comenzaré por lo principal: Todo terminó. Ahora te contaré la versión resumida: todo terminó –y a pesar del dolor que sintió en cada pulgada de su cuerpo, en silencio, Clarisa rio con ganas–. Todos lograron sobrevivir. A menos todos los que conocemos. La capitana Katia perdió una escuadra completa, y a otros dos policías. Algunos sufrieron heridas, pero están en recuperación. La propia capitana es un hueso realmente duro de roer, aunque eso ya lo sabíamos por los rumores de pasillo. Cuando la encontraron, todavía sujetaba con fuerza tu pistola descargada, tenía un brazo fracturado junto a seis costillas, y una de esas incluso le perforó un pulmón. Tenía una fisura en el cráneo, cosa que sus compañeros no se explican, porque es tan cabezota que fue un milagro que algo pudiera hacerle esa fisura. Ahora mismo está en recuperación, todavía ladrando órdenes desde la silla de ruedas. La tríada sufrió una verdadera paliza, pero esas mujeres son muchísimo más duras que la propia Katia. Los tatuajes que tienen… Enma… tenías que verla. Pensé que no sobreviviría. El fuego helado la quemó de una forma espantosa, y a pesar de eso, Jane y Tina estaban tranquilas. Si pudieses verla en este momento, no te creerías ni la mitad. Sigue inconsciente, pero ya su piel se ha restaurado por completo, y sus tatuajes brillan al punto de ser algo incómodo para la vista. Tina sufrió heridas serias, igual que Jane, pero ambas se recuperaron de buena forma, y yo… sólo sufrí unos cuantos golpes. En cuanto a nuestra espectro…

Al decir aquello, Karonir se acercó hasta la ventana de la habitación, desde donde estuvo mirando por largo rato la ciudad, el cielo gris y los autos que circulaban a esa hora. Al responder, lo hizo sin darse la vuelta:

–Su nombre era Tatina Kovrik. Una muchacha de la barriada que apenas tenía quince años. Como muchas de las personas allí, vivía en condiciones… deplorables. Trabajaba de mantenimiento durante el día en la fábrica de platos y cubertería desechable, y en la noche como camarera en uno de los tugurios de la zona. Tuvimos que aplicar un poco la fuerza para obligar a hablar a unos cuantos. Según lo que logramos comprender, tuvo que prostituirse unas cuantas veces. Eso les hizo creer a unos cuantos que la chica lo haría siempre, cosa que no era así. bajo circunstancias muy específicas fue que realizó esos trabajos. Una noche fue interceptada por un grupo de sujetos; cuando la encontraron dos días después… ya podrás imaginar todo lo que le hicieron. Una de sus compañeras en la fábrica nos comentó que la chica poseía ciertas actitudes que hicieron creer a más de uno que era una invocadora en potencia, a pesar de que lo trató de mantener escondido. Con el trauma que sufrió, su poder se reveló y expresó de la forma en que lo hizo. Por suerte logramos destruirla a tiempo, pero el cementerio ha quedado restringido. El erudito considera que debe limpiarse de cualquier rastro el canto de la espectro, porque aún pudiese ser un núcleo potencial de energía siniestra.

Al darse la vuelta y ver lo que expresaba el rostro de su compañera, Karornir sonrió ampliamente antes de decir:

–No te preocupes. Para algo están los policías oscuros. Tras apretarle los tornillos a unos cuantos, se enteraron de ciertos nombres. Tenemos a seis sujetos ahora mismo metidos de cabeza en los calabozos inferiores, chillando a todo pulmón día y noche. Es tarde para impartir justicia, y Tatina lo dejó bastante claro con su acción, pero a menos… los haremos pagar de cierta forma el mal que causaron en la chica.

Una hora más estuvo el compañero de Clarisa respondiendo las preguntas que esta escribía en un cuaderno. Una medalla los esperaba a ambos cuando lograra recuperarse, y las tríadas los invitaron a un banquete en su nivel cuando Enma se recuperara del todo. No estaba seguro, pero por haber luchado de la forma en que lo hicieron contra los fantasmas y la espectro, posiblemente la capitana recibiría una medalla igual que sus hombres, y un posible ( sólo eran rumores de pasillo) descenso al tercer nivel. Clarisa abrió los ojos como platos al oír aquello. Sin lugar a dudas, un descenso significaba una posición sumamente alta, equiparable a la de Jane en el cuerpo de tríadas, o un poco como la de segunda del erudito Alan.

–En cuanto a nosotros, más que un ascenso, nos hemos ganado una invitación gracias a ti, Clarisa –al ver la ceja enarcada de su compañero, Karornir sacó un espejo que colocó frente al rostro de su compañera, la cual, a pesar del dolor, lanzó un gemido de asombro. Sus ojos eran rojizos como los de Tina. Ahora era una invocadora en toda regla.

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Moisés Level

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